La introducción de las redes sociales en los medios informativos están haciendo que los periodistas estén cada vez más conectados al trabajo incluso después de su jornada laboral. Con herramientas como Twitter, la duración de esta jornada es cada vez más difusa y provoca que, en la mayoría de los casos, los profesionales acaben trabajando casi las 24 horas del día.
Pero independientemente de esto, ya que al fin y al cabo no obedece más que a la voluntad personal de cada trabajador por mantener actualizado su Twitter, hay otras contraindicaciones a las que hay que prestar atención.
Una periodista de The Guardian relata en un artículo publicado este jueves su experiencia personal y hace una reflexión sobre los pros y los contras de Twitter. Reflexión que se podría extender a todas las personas y a todas las redes sociales. La periodista explica que se siente mal cuando no ‘twittea’ ya que entiende que forma parte de su trabajo, aunque reconoce que normalmente esto se debe a que no está de humor o a que simplemente está muy ocupada. Pero el hecho de que su jefe siga todas las informaciones que publica en Twitter, le condiciona mucho. También está encontrando problemas para separar sus horas de trabajo de las que no lo son.
Para los periodistas y no periodistas que tienen una cuenta de Twitter, la parte más importante de su mantenimiento está en la actualización regular y eso, muchas de las veces, se alarga hasta los minutos antes de acostarse. Luego está la parte en la que para los no profesionales, este tipo de redes sociales se puede convertir en un problema en su vida laboral.
El artículo pone un ejemplo muy manido, pero que no deja de ser una realidad: “No se te ocurra twittear que no te gusta tu nuevo trabajo, aunque estés muy contento con tu salario”. Lo que está por ver, dice la periodista es si “el incremento en la transparencia en nuestras vidas privadas va a producir un aumento de la tolerancia de los jefes” o, por el contrario, ” una mejora del comportamiento de los trabajadores”, por el miedo a las consecuencias.
Tras el anuncio de que Twitter y Linkedin, una red creada para que los profesionales de cualquier ramo se publiciten y se asocien, están dispuestos a integrar sus herramientas, queda más más claro que no se puede publicar en Twitter todo aquello que nos venga a la mente.
Las experiencias con Facebook reafirman esta teoría. Cada vez son más las empresas que, o bien siguen a sus trabajadores en Facebook, o bien emplean esta red social para investigar sobre la vida privada de potenciales contratados. Y también hay bastantes casos de despidos por lo que un empleado dice o deja de decir en Facebook.
Para la autora del artículo, todos debemos entender que de una manera u otra, al poseer estas herramientas acabamos siendo representantes de nuestra empresa a cualquier hora del día, por lo que cualquier comportamiento o lenguaje reprobable en las redes sociales puede repercutir en nuestro estatus laboral. Lo que lleva a la pregunta inevitable de dónde queda nuestra privacidad. La solución parece clara: separar amigos y trabajo.
Fuente: CNN