Nadie puede acusar al presidente Obama de estar intimando con los corporativos estadounidenses. Desde sus acusaciones contra Wall Street por su codicia, hasta sus críticas de los fabricantes de autos, Obama y su equipo han hecho muy poco por disfrazar la desconfianza que tienen en los grandes negocios (excepto cuando se trata de una compañía tecnológica muy grande e influyente).
Obama parece tener cierto cariño por Google, el gigante de publicidad en línea de 22,000 millones de dólares anuales. Los ejecutivos de Google, liderados por el director ejecutivo Eric Schmidt, y por sus cofundadores Sergey Brin y Larry Page, son bastante inteligentes y están muy confiados (al igual que el presidente mismo), y a pesar del poder de crecimiento de su compañía, se describen como defensores del consumidor.
“Compartimos la creencia en el cambio del mundo de abajo para arriba, no de arriba para abajo”, dijo Obama a los empleados de Google en una visita hecha a las oficinas centrales de Mountain View, California, en 2007.
Ciertamente, dos de los principios económicos de Obama (el apoyo a los ingenieros estadounidenses y la expansión de los servicios de Internet en áreas pobres y rurales) surgieron gracias a una visita a las oficinas centrales de Google en 2004, un encuentro que Obama menciona en su libro, “La audacia de la esperanza”.
Los gestores y empleados de Google fueron de los principales apoyos del candidato Obama, pues donaron cerca de 803,000 dólares para su campaña presidencial, según el sitio OpenSecrets.org. Entre los empleados corporativos, sólo Goldman Sachs y Microsoft dieron más.
El director ejecutivo, Schmidt, apoyó activamente al candidato y fungió como consejero económico informal durante la campaña, y después de que Obama fuera electo, Schmidt y otros ejecutivos de Google aportaron 25,000 dólares cada uno para financiar la celebración inaugural.
Dado que la compañía y la administración son tan similares en forma de pensar, no es ninguna sorpresa que los ejecutivos de Google se hayan visto tomando responsabilidades en la administración de Obama.
Aún así, el nuevo acceso de Google en Washington ha tomado fuerza por dos razones: Obama y su equipo se enorgullecen de haber mantenido cierta distancia de los corporativos. Antes de que el presidente tomara el cargo, él prometió cerrar la “puerta giratoria” de los ejecutivos industriales que querían regular a sus ex compañeros corporativos.
Mientras tanto, a Google le gusta representar su participación en Washington como un recurso casi académico que está por encima del político. Los políticos y sus equipos “se ofenden por el hecho de que no siempre actuamos de la misma forma que actúan otras compañías”, dijo Bob Boorstin, ex escritor de discursos de la Casa Blanca durante la administración de Clinton que ahora trabaja en asuntos de expresión de la libertad en las oficinas de Google en Washington. “Ofrecemos experiencia tecnológica… Es una compañía formada por un comité de expertos, o un comité de expertos convertidos en compañía”.
Google es muy ingenuo sobre la forma en la que Washington trabaja, o piensa que todos los demás son ingenuos.
Aún así, ni los aprendizajes anticorporativos de Obama, ni la cultura anti “políticas comunes” de Google los han frenado para colaborar. Schmidt forma parte del grupo de asesores del Consejo de Ciencia y Tecnología de Obama. Los empleados de Google fungieron como asesores del equipo de transición de Obama (en una ocasión, Sonal Shah, ejecutivo de Google, guió una junta, lo que sorprendió a más de un asistente), y un puñado de ex empleados de Google se han unido a la administración asumiendo distintos papeles.
El más mencionado ha sido el caso del ex director de políticas públicas globales de Google, Andrew McLaughlin, quien fue nombrado asistente en jefe de la oficina de tecnología en junio. Su nombramiento fue una sorpresa para varios (anteriormente, McLaughlin tuvo logros encabezando las políticas de Google). Ahora está en una posición en la que podrá moldear las políticas que conciernen a los rivales de Google. El vocero de la Casa Blanca, Nick Shapiro, dice que dicho nombramiento coincide con el espíritu de los estándares éticos que Obama ha impuesto en la administración.
La relación de Google con la Casa Blanca podría haber pasado inadvertida (después de todo, los puestos son de un nivel relativamente bajo, a diferencia de los miembros de los niveles de gabinete de las administraciones anteriores) de no haber sido por el alza de las acciones. Se fundó hace sólo 11 años, y Google ya se ha mostrado como una de las fuerzas más innovadoras e influyentes de los negocios globales, y parece estar dominando todo un rango de tecnologías.
Entonces, la compañía que alguna vez fue virtualmente invisible en Washington, ahora va de la mano con los reguladores y legisladores. Su discutido esfuerzo por digitalizar libros ha levantado una investigación por parte de la división antimonopolios del Departamento de Justicia por sus planes de crear una librería electrónica global y sus implicaciones como terreno monopólico.
Asimismo, la Comisión Federal de Comercio, preocupada por asuntos de privacidad, ha comenzado las revisiones del comportamiento publicitario (publicidad basada en tu comportamiento activo en línea), y algunos legisladores quieren legislar la publicidad por Internet. Se avecina una batalla sobre la regulación de Internet, y Google favorece una política que prohíba a los proveedores de telecomunicaciones y operadores de cable interferir con contenido sobre esas redes, lo que enfrenta al gigante de tecnología contra las poderosas armas de compañías como Comcast y Verizon. Seguramente las batallas pondrán a prueba la relación con Obama mientras los políticos intentan monitorear, disciplinar y regular a la compañía. Para Google, la pregunta no es si su relación con Obama lo ayudará a protegerse de investigaciones y nuevas reglas, aunque muy probablemente no será así: hay que considerar que el propio seleccionado por Obama lucha en una cruzada antimonopolio.
El reto de Google en Washington es intentar mantener su imagen a favor del consumidor mientras lucha en batallas potencialmente hostiles con reguladores, legisladores y miembros del mundo corporativo que tienen mayor experiencia en D.C.
“Google sigue atrapado en su unicidad que lo identifica”, dijo Rob Atkinson, asesor tecnológico del equipo de transición de Obama quien también preside la Fundación de Innovación y Tecnología de la Información, un instituto de investigación en Washington. “La elegancia se pierde cuando empiezan a actuar como una compañía. Google es una compañía y tiene intereses de una compañía, y de eso se trata Washington”.
No hay forma de saber si Google trata de forma distinta a los grupos de izquierda, aunque los ejecutivos de Google apoyan el hecho de que Obama sólo pueda solicitar el escrutinio, así como el tremendo control que la compañía tiene sobre cualquier cosa que pueda ser vista en línea.
Si Google encabeza los resultados de búsquedas, hacemos clic ahí. “No vamos a (ni deberíamos) intentar detener a quienes escriben tonterías”, dijo Jonathan Rosenberg, vicepresidente en Google, en uno de los blogs de la compañía a principios de este año, “pero podemos alejarlos un poco de la zona principal”.
Eso es mucho poder para una compañía, y la gente en Washington comienza a darse cuenta. Con las batallas regulatorias avecinándose, el romance entre Google y Obama, como la mayoría de los romances, parece que no durará por siempre.
Fuente: CNN