Tras más de 20 años de investigación, 10.000 millones de euros invertidos y el trabajo 10.000 científicos de 80 países, dos haces de mil millones de protones cada uno, acelerados a una velocidad próxima a la de la luz, circularán por un túnel circular de 27 kilómetros de largo y en algún momento se chocarán hoy martes 30 de marzo. Cuando dichas partículas colisionen, se reproducirán los instantes posteriores al Big Bang, el momento de la creación del universo, hace 13.700 millones de años, una recreación producida ahora por los humanos y que ayudará a entender cómo funciona nuestra galaxia. Los protones circularán por el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) de la CERN, el mayor del mundo, situado a 100 metros bajo tierra en Ginebra, cerca de la frontera con Francia. Para poder “retener” la información que las colisiones produzcan, el LHC cuenta con cuatro detectores, Atlas, Alice, CMS y LHCb, que captarán millones de datos que, posteriormente, deberán ser analizados durante años. Esa es parte de la magia del experimento: se realizará, se aplaudirá como un evento magno nunca antes logrado, pero no desvelará ninguna información concreta hasta pasados varios años. La información será de tal magnitud que, para poder estudiarla, se distribuirá entre los distintos centros de investigación que forman la red de cálculo del acelerador. Mañana, los haces de protones circularán a una velocidad de 7 TeV (teraelectrovoltios), después de haber “viajado” y colisionado con éxito a velocidades menores.
El sistema empezó a funcionar a una energía de 0,45 TeV para alcanzar poco después su primer récord mundial -de 1,18 TeV-, al que siguió otro de 2,36 TeV el pasado diciembre, lo que ya permitió registrar numerosos datos procedentes de un millón de colisiones de partículas. Si no hay ningún problema, la experiencia se repetirá una y otra vez durante más 24 meses, con una pausa técnica a finales de este año. Siete TeV es la mitad de la potencia calculada del acelerador, una capacidad máxima a la que sólo será sometido después de se haya revisado minuciosamente todo el engranaje y se haya reconfigurado para adaptarse a una velocidad de 14 TeV. Una nueva etapa que se espera que no ocurra antes de 2013. El LHC se encendió por tercera vez a finales de febrero tras la regular pausa invernal.
La vez anterior que fue encendido fue en noviembre del 2009, tras 14 meses apagado para ser reparado de una avería ocurrida pocos días después de su primera puesta en funcionamiento en septiembre del 2008. Uno de los principales retos del experimento de mañana es poder comprobar empíricamente la teoría estándar de la física, basada en el bosón de Higgs. La existencia de esa partícula, que debe su nombre al científico que hace 30 años predijo su realidad, se considera indispensable para explicar por qué las partículas elementales tienen masa y por qué las masas son tan diferentes entre sí. Precisamente, la existencia del bosón, llamada “la partícula de Dios” y la posibilidad de que sea probada en el CERN ha creado una viva polémica entre el propio Higgs y otro eminente físico, Stephen Hawking, quien duda de su realidad y, por tanto, de que pueda demostrarse empíricamente. Otra de las dudas menos científicas, es si el experimento de mañana va a causar la misma polémica que durante el primer encendido del LHC, cuando varios científicos alertaron de la posibilidad de que los choques crearan un agujero negro que se tragara todo el planeta.
Dicha suspicacia creó una alarma social considerable en todo el mundo e incluso fue la causa de que una adolescente india se suicidara creyendo que llegaba el fin del mundo. Otro de los episodios no científicos que en los últimos meses pusieron la mirada mediática sobre el CERN fue la detención de un físico que trabajaba en el centro -aunque no formaba parte de su plantilla- inculpado en una asociación de malhechores con fines terroristas. La magia, el temor, la fascinación y la expectativa que crea el CERN son inigualables, y a partir de mañana, con la llave del origen del universo en sus manos, su leyenda se expandirá, como sus protones, a una velocidad cercana a la luz. EFE.