Las catástrofes que están sacudiendo Japón han paralizado su economía, con un fuerte enfoque hacia el sector tecnológico. Además de las consecuencias internas, el cierre de sus fábricas impactará en todo el mundo. El mercado de chips ha sido uno de los primeros en desestabilizarse con subidas de casi el 25%. Aunque la destrucción de los terremotos y el tsunami no ha afectado a las zonas más industriales de Japón, el caos global hace imposible el desempeño de la vida normal de los trabajadores nipones.
La crisis nuclear está obligando al estado a movilizar sus recursos para evitar un desastre mayor, mientras que la reconstrucción avanza en el resto del territorio. Sin embargo, el cierre de las plantas nucleares ha obligado al país a detener el trabajo ya que el suministro eléctrico se interrumpe periódicamente y se ha pedido el ahorro máximo de energía.
A esta falta de producción se le suman los numerosos obstáculos a la distribución. Carreteras rotas y vías ferroviarias cortadas impiden que los productos lleguen a su destino. Y las vías de salida del país están saturadas por nacionales y extranjeros que intentan huir del peligro.
Según recoge Reuters, Japón produce en torno al 20% de los semiconductores que se utilizan en el mundo. Un parón prologando de su prolongado de su producción provocará un aumento de los precios, ya que la demanda internacional sigue con la misma fortaleza.
El fabricante Kingtom denuncia que los especuladores han anticipado este impacto y han provocado los primeros encarecimientos. Las memorias NAND flash se encarecieron un 23% entre lunes y martes mientras que los chips DRAM han subido un 7,2%.
El desastre japonés ha coincidido con un momento de presión sobre la producción provocado desde dos segmentos. Por un lado, el mercado de las tabletas y los teléfonos está viviendo una segunda juventud con el iPad 2 y todas las tablets de segunda generación, que ya están en las fábricas.
Por otro lado, el mercado de los videojuegos asiste a un cambio generacional en el sector portátil con el lanzamiento de Nintendo 3DS. La compañía de Kioto tenía intención de vender 4 millones de unidades en todo el mundo tan solo durante este mes de marzo. La videoconsola se puso a la venta en Japón hace tan solo 10 días, mientras que Europa y América la recibirán a finales de marzo. Nintendo ha garantizado el stock por el momento.
La solución sigue estando en Asia. Los elevados costes de producción en Japón han contribuido a fomentar un proceso de deslocalización de la producción durante las últimas décadas que ha favorecido la diversidad. A pesar de su enemistad política y social, numerosas compañías japonesas han instalado fábricas propias o empresas subsidiarias en la vecina China y en su región autónoma de Taiwan como medida de ahorro de costes y de aumento de la rentabilidad.
Compañías como ARM, Sony o Texas Instrument advierten ante Reuters de que podrían afrontar retrasos en la cadena de producción. O quizá no, si las cosas comienzan a calmarse en las centrales nucleares de Japón. Entonces todo habrá quedado en un juego de especuladores.