El salto desde la estratosfera llevado a cabo por el austríaco Felix Baumgartner ha roto varios récords, entre ellos quizá el más llamativo sea el de la superación de la velocidad del sonido por un hombre en caída libre. Lo importante de proeza, patrocinada por Red Bull, era que se trataba de un ser humano solo, sin pilotar una máquina, pero no ha dejado de estar respaldada por tecnología.
El salto Red Bull Stratos ha tenido lugar 52 años después de que el capitán de la Fuerza Aérea estadounidense Joe Kittinger hiciera el suyo, a 31 kilómetros del suelo. En todo este tiempo la tecnología ha dado un salto de gigante y, pese a que el principal interés de la proeza de Baumgartner residía en ser un hombre solo, la asistencia técnica ha sido minuciosa.
La cápsula en la que ascendió Baumgartner hasta 38 kilómetros sobre el nivel del mar, así como su traje, estaban preparados al detalle para soportar las bajas temperaturas. Uno de los materiales que servían de aislante fue un tipo de acero de cromo y molibdeno.
Los tejidos del traje y de los paracaídas, así como los materiales de los que está hecho el globo que sirvió para alcanzar altura, han sido medidos al milímetro. Pero también se ha cuidado con esmero la tecnología para registrar el salto en imágenes.
La finalidad principal de Red Bull Stratos es promocional. La marca de bebidas ha gastado una millonada para que su nombre y su imagen figuren en una infinidad de noticias y la historia circule por todos los rincones de Internet. Por ello la grabación del momento es esencial. Para ello se utilizaron nueve cámaras en alta resolución y tres con la novedosa tecnología 4k.
A la altitud que alcanzó Baumgartner había componentes electrónicos críticos que tuvieron que ser apartados en un departamento especial presurizado, evitando así su deterioro.
Un equipo de filmación en tierra también siguió la trayectoria del salto. Estaba compuesto de telescopios y lentes de gran potencia; todo ello montado en un pedestal de cuatro toneladas.