Es una queja recurrente desde la llegada de los smartphones. La batería de los teléfonos inteligentes dura poco. Una jornada, lo justo para tener que cargarlo cada noche sin excepción. Sin embargo los expertos aseguran que son más eficientes que nunca. ¿Dónde está el problema?
Un smartphone moderno tiene una potencia equiparable a la de un PC con tres o cuatro años de antigüedad. Pero pesa poco más de 100 gramos, cabe en un bolsillo y puede pasar un día entero con una única carga. Los avances tecnológicos que han permitido la miniaturización y la optimización de los teléfonos inteligentes han sido exponenciales en todos los campos, excepto en las baterías. Éstas también han mejorado, pero no al mismo ritmo.
Desde mediados de los 90 las baterías de iones de litio han dominado el mercado. Poco a poco han aumentado su capacidad y reducido su tamaño para adaptarse a toda clase de dispositivos: desde maquinas de afeitar a teléfonos móviles. Pero toda tecnología tiene un límite a partir del que no se puede mejorar más y, en el caso de ésta, cada vez está más cerca.
Aunque la relación entre potencia y autonomía de un smartphone moderno se ha multiplicado en los últimos años, no ha sido gracias a las baterías. La pila de un Nokia Lumia 800 —lanzado a finales de 2011— apenas tiene un 20% más de capacidad que la de un Nokia 3210 —de 1999—. La potencia y las capacidades del primero, sin embargo, son cientos de veces superiores a las del segundo. Aun así, el modelo antiguo podía usarse muchas más horas sin necesidad de recurrir al cargador. ¿Cuál es el punto de equilibrio perfecto entre ligereza, diseño, potencia y autonomía? Depende del consumidor.
«Cuando diseñas un terminal decides a quién va destinado», asegura Javier de la Asunción, director de marketing de Huawei Devices España. La compañía china va a poner a la venta varias versiones de sus modelos, con distintas capacidades de batería. «El usuario intensivo puede estar dispuesto a aceptar un par de milímetros más de grosor a cambio de más autonomía», explica. Su modelo de gama alta ‘Ascend D Quad‘ es dos milímetros más fino que el ‘Ascend D Quad XL’, que llega a los 10,8mm a cambio de un 40% más de batería.
Desde la explosión de los smartphones que siguió a la presentación del primer iPhone —anunciado en 2007—, las especificaciones técnicas de todos los modelos se han desatado. Varias veces al año se presentan nuevos terminales que dejan anticuados a unos antecesores con apenas meses de vida en el mercado. Pantallas más grandes, más brillantes y con más calidad, procesadores más rápidos —y de varios núcleos—, más memoria RAM y cámaras más capaces. Como las baterías apenas mejoran en estos plazos, la optimización se hace en el resto de componentes. Un teléfono moderno consume menos de 5 vatios a máxima potencia mientras que un PC con capacidad equivalente —de hace unos años— trabajaba tranquilamente por encima de los 100.
Optimización
La optimización de recursos también viene por parte del software. Los fabricantes y muchos programadores de aplicaciones dedican cada vez más esfuerzos a asegurar que sus programas trabajan con la menor exigencia de recursos posibles, lo que aumenta la duración de la batería. «En general lo que más batería gasta en un smartphone es la pantalla», afirma Javier, de Huawei. Lo segundo es la comunicación entre el terminal y las antenas de telefonía móvil. «Nosotros tenemos una ventaja y es que también fabricamos las antenas», explica, «y como conocemos el proceso podemos optimizarlo mucho. Nuestros últimos test dicen que podemos llegar a ahorrar hasta un 30% de batería».
La autonomía de los teléfonos no parece que vaya a multiplicarse pronto. Aun así, ya hay fabricantes que ofrecen alternativas para los que necesitan horas extra de uso. Igual que Huawei y sus terminales ‘XL’, Motorola ha lanzado una versión más gruesa de su último modelo —el RAZR MAXX— para que aloje una batería mayor. Un sacrificio del diseño a favor de la funcionalidad que no todo el mundo está dispuesto a hacer. Menos aún cuando la guerra por el mejor terminal del mercado también se juega en lo estilizado de los mismos.
La capacidad de las baterías puede ser un escollo real para el desarrollo de futuros dispositivos con todavía más potencia. Ya se venden teléfonos y tabletas con posibilidad de usarredes móviles de cuarta generación —LTE—. En España es una tecnología que todavía no se ha implantado, pero empezará a funcionar durante la segunda mitad de 2012. Este nuevo sistema ofrece más velocidad en los datos y mejor cobertura que el actual estándar —HSDPA—, pero a costa de un mayor consumo de energía del terminal. Javier de la Asunción lo compara con un coche. «Si abren una autopista en la que puedes ir a 200km/h y quieres aprovecharla, vas a consumir más», explica.
En Estados Unidos, donde ya hay cobertura LTE en muchas ciudades, las críticas no se han hecho esperar. Los teléfonos que usan esta tecnología apenas son capaces de soportar un día de uso sin recurrir al cargador. «También afecta la frecuencia que estés usando», asegura el responsable de marketing de la compañía china. En la actualidad los teléfonos 3G se conectan en la «banda» de 2100 megaherzios. A partir de 2015 se podrá funcionar en 800, que permite más alcance y que los teléfonos usen menos energía. «Ahí se va a ahorrar mucha batería», concluye.
Tecnologías de futuro
Todavía no hay ninguna nueva tecnología de baterías que sea capaz de sustituir a los iones de litio y esté lista para su producción en masa. Una de las más prometedoras —a largo plazo— pasa por el uso del grafeno. Un material futurista compuesto por una única capa de átomos de carbono en forma de panal de abeja que parece la solución a todos los límites de la electrónica de hoy. Sus propiedades son ideales para la fabricación de baterías con más capacidad y tiempos de carga menores. También para la fabricación de chips más potentes y eficientes. Aun así, todavía no existen procesos que permitan fabricarlo a precios asequibles y de manera industrial.
También se especula con la llegada de las baterías de litio-aire, que prometen capacidades hasta diez veces superiores a lo más eficiente de la actualidad. Su desarrollo está en estadios muy tempranos y, por tanto, tampoco puede esperarse en el futuro cercano.
Probablemente todavía quedan bastantes años de baterías de ion litio. Y aunque mejorarán, probablemente no sufran cambios revolucionarios. Sin embargo, por primera vez desde la llegada de los smartphones, los fabricantes de terminales tienen la tecnología y la voluntad de diseñarlos con capacidad de sobra para aguantar más de una jornada, a cambio de unos pocos milímetros de grosor. Su éxito o fracaso comercial determinarán si realmente eran necesarios.