Mientras el mundo del fútbol sigue debatiendo si introducir o no tecnología que permita saber si el balón entró en la portería, el fútbol americano discute cómo mejorar el sistema de repetición de jugadas que permite a los oficiales cambiar una decisión en la cancha.
Desde hace décadas el fútbol americano y la tecnología han ido de la mano y lo que en dicho deporte se discute ahora no es si la tecnología debe usarse, sino cuán obsoleta se está quedando la que se utiliza en estos días.
A lo largo del año no han faltado las críticas hacia la liga estadounidense (NFL, en inglés) por considerar que “se está quedando atrás” respecto a las innovaciones tecnológicas.
Sin embargo, basta dar un vistazo a los sistemas que se utilizan en el fútbol americano (y que se verán este 3 de febrero en el Super Bowl entre Baltimore y San Francisco) para darse cuenta de que quizá sea el deporte más tecnológico.
Hay deportes tecnológicos por naturaleza, como la Fórmula Uno, pero el fútbol americano no necesita de la tecnología para jugarse, sino que se enriquece con ella, convirtiéndose en un deporte tecnológico por elección.
Aquí algunos ejemplos de cómo se usa la tecnología en este deporte.
Cuando existe una decisión controvertida -respetando ciertas reglas- los entrenadores y los árbitros pueden decidir revisar la jugada para determinar si la decisión fue la correcta.
Cuando es el entrenador de un equipo el que pide la repetición, entonces el árbitro tiene 60 segundos para revisar la jugada a través de una pantalla resguardada por cortinas. El árbitro sólo puede cambiar la decisión si las evidencias que muestre la imagen son “irrefutables”.
Si la jugada se revisa por decisión del árbitro de repeticiones (sí, hay un árbitro de repeticiones que se sienta en los palcos y monitorea las transmisiones) entonces este oficial enviará una señal electrónica al árbitro principal a través de un bíper.
En ambos casos las imágenes televisivas se convierten en una herramienta adicional muy importante en el juego.
La repetición en el fútbol americano contrasta con lo que ocurre en el fútbol -el deporte más popular del planeta- en donde la decisión del árbitro es final, a pesar de que sea errónea.
Los entrenadores (llamados coaches en el deporte) seleccionan la jugada que su equipo efectuará y se la transmiten al mariscal de campo (quarterback) a través de los auriculares y micrófono que llevan cada juego. El quarterback la recibe a través de un receptor de audio que tiene instalado dentro del casco de protección.
La comunicación, sin embargo, no está abierta todo el tiempo. Los coaches tienen 25 segundos para llamar la jugada dado que el sistema de comunicación se cierra automáticamente 15 segundos antes de que se acabe el tiempo para realizar la jugada. Por cierto, hay un árbitro que se cerciora de que los sistemas de comunicación se cierren a tiempo y que nadie intervenga en ellos.
Aún así los críticos aseguran que el sistema analógica que se usa aún tiene problemas con interferencias y padece problemas si alguien más está usando la misma frecuencia. Por ello, la organización de fútbol americano anunció que cambiará a un sistema digital, sin interferencias, que probaron en varios partidos este año.
Uno de los mayores problemas de la NFL es el riesgo de que los jugadores sufran conmociones cerebrales. La liga adquirió mala reputación después de que varios jugadores sufrieran problemas por seguir jugando tras haber sufrido conmociones cerebrales. Es por ello que la NFL está siendo más estricta con las reglas respecto a los jugadores que sufren conmociones.
Y ahora la tecnología también podría ayudar. Recientemente se anunció que la liga contará con un software especial diseñado para medir el impacto de cada golpe en el casco del jugador, que podría enviar señales de alerta al equipo médico de cada franquicia.
Ahora crecen las voces para que los equipos inviertan en cascos desarrollados por algunas empresas tecnológicas que cuentan con sensores más precisos y pueden enviar información en tiempo real y no minutos después de ocurrido el golpe.
Varios de los estadios del fútbol americano cuentan con tecnología de punta como el estadio de los Vaqueros de Dallas que tiene el honor de tener la televisión de alta definición más grande del mundo en un estadio deportivo -sin contar a algunos autódromos- con un tamaño de 1.072 metros cuadrados.
El de los Cardenales de Arizona se distingue por su pasto replegable. Cuando el juego termina el pasto de la cancha se enrolla y se desenrolla afuera del estadio para que le dé la luz del sol y de esta manera se mantenga saludable.
La casa de los Texanos de Houston también tiene lo suyo. El techo replegable está construido de dos paneles solares plegables de 8.500 metros cuadrados que ayudan a suministrar la gran cantidad de energía que el estadio necesita.
Por si esto fuera poco la NFL prometió trabajar para que en todos y cada uno de los 32 estadios de la liga haya WiFi gratis para los aficionados a fin de que estos puedan seguir las estadísticas y otros juegos.
Camisetas biométricas en los uniformes para monitorear el ritmo de respiración, el ritmo cardiaco de los jugadores y su temperatura corporal enviando los datos a una computadora vía bluetooth.
Chips en los balones para saber con una precisión sin lugar a duda si el balón cruzó la línea de campo y el equipo anotó un touchdown. Protectores bucales con sensores que miden la fuerza del impacto recibido y envían la información a la banca.
En la televisión se ve una línea amarilla que marca a dónde deben llevar el balón los jugadores para obtener cuatro oportunidades más para mover el balón hacia la anotación, pero dicha línea no se ve ni en la cancha ni en los estadios. Ahora una empresa está tratando de convencer a la NFL de que le de un contrato para proyectar con un rayo láser dicha línea durante un partido.
A pesar de sus avances tecnológicos, el fútbol americano aún recibe una fuerte cantidad de críticas de quienes consideran que no está avanzando al mismo ritmo de la tecnología y que podría incorporar aún más innovaciones. Pero basta recordar cómo están otros deportes para lanzar la hipótesis de que éste es quizá el deporte más tecnológico.