La fastuosa fiesta de lanzamiento que organizó Samsung para su dispositivo móvil Galaxy S de cuarta generación no tendrá mucho impacto en su guerra con Apple. Y ello se debe a que la lucha por el dominio en el espacio móvil ya no se libra en la arena del hardware y el diseño físico de los teléfonos, el nuevo campo de batalla es el software, específicamente el sistema operativo. La verdadera lucha por el dominio móvil luce así: Apple, con su ecosistema iOS, en una esquina, y Google, con su sistema Android, en la otra. Cualquiera que se gane a los consumidores decidirá, al final, la victoria.
El lanzamiento del nuevo Galaxy S4 en Nueva York esta semana tiene a la prensa tecnológica publicando artículo tras artículo sobre cómo este nuevo teléfono podría impactar la telefonía móvil en Estados Unidos. Pero toda esa tinta digital no se vierte necesariamente porque el público esté entusiasmado con el debut de un nuevo teléfono celular. No, todo ese barullo tiene que ver con Apple. Concretamente, con la pregunta ¿cómo se comparará este nuevo teléfono con la última iteración del iPhone de Apple, el iPhone 5?
Pero no esperes quedar maravillado cuando el nuevo dispositivo llegue finalmente a las tiendas. El nuevo Galaxy no ofrece cosas que no hayamos visto antes en un equipo móvil. Tiene una pantalla de alta definición de 5 pulgadas que puede usarse con guantes. Delgado y liviano, cuenta con 2 GB de RAM y vendrá con un procesador Exynos de ocho núcleos a 1.6GHz o un Qualcomm de cuatro núcleos a 1.9GHz, dependiendo de la región en la que se venda. Y podrá realizar algunos prácticos trucos de software, como traducir lengua hablada.
Y, sin embargo, la innovación real en el campo de los smartphones parece haber tocado techo. Tomemos por ejemplo una cámara de teléfono: El iPhone 5 tiene una cámara de ocho megapíxeles, mientras que el nuevo Galaxy S4 cuenta con una cámara de 13 megapíxeles. A lo que yo digo: vaya, gran cosa. Cualquier cosa por arriba de cinco o seis megapíxeles es, básicamente, desaprovechado, pues a la gran mayoría de las personas lo que les interesa es obtener una imagen nítida de su cena o de sus amigos para publicarla en Facebook . En todo caso, esa mayor cantidad de píxeles es un punto negativo, pues las imágenes ocuparán más espacio en la memoria del teléfono, dejando menos espacio para almacenar música, aplicaciones y similares.
El Galaxy S3 y otros teléfonos de gama alta como el One X + de HTC o el Xperia Z de Sony ya han demostrado que son tan buenos o incluso mejores que el iPhone. Esa no es la cuestión. Samsung ha logrado trepar a la cima del mercado de móviles de gama alta en Estados Unidos no por fabricar un teléfono superior, sino por gastar carretas de dinero en publicidad. En 2012, el gigante coreano gastó en Estados Unidos la friolera de 401 millones de dólares solamente en publicitar sus teléfonos móviles, según la firma consultora y de análisis de publicidad Kantar Media. Apple gastó 333 millones de dólares. HTC, Sony y Nokia no desembolsaron mucho, lo que refleja su pobre participación de mercado en la arena de los móviles de alta gama.
Pero tanto gasto en publicidad luego se traduce en disminución de los ingresos. En algún momento, Samsung tendrá que ser capaz de llevar a un nuevo cliente a su molino simplemente ofreciendo un mejor producto. (Algunos argumentan que éste ya es el caso.) Sin embargo, Samsung tiene un gran problema aquí, ya que no tiene el control de las partes más importantes de un equipo: el sistema operativo y la tienda online que lo acompaña.
Samsung depende de Google, y en menor medida de Microsoft, para proveer el sistema operativo en casi todos sus teléfonos. Esto le ha permitido a Samsung ahorrar mucho en investigación y desarrollo (Google comparte Android de forma gratuita), pero también le ha supuesto quedarse sin una importante fuente de ingresos del mercado de la telefonía móvil: la venta de contenido multimedia. Hay un costo de migración relativamente alto cuando una persona deja Google por otro sistema operativo, como el iOS de Apple. El tiempo que uno debe invertir en aprender un nuevo sistema operativo es suficiente para enfermar hasta al más avezado en esos chismes. Las aplicaciones compradas en un sistema, aunque sean de la misma empresa y hagan lo mismo, no son compatibles entre sistemas, lo que significa que tendrás que comprarlas todas de nuevo, una medida costosa para muchas personas.
“Android tiene una alianza global con más de 60 fabricantes, más de 750 millones de dispositivos han sido activados a nivel mundial, y 25,000 millones de aplicaciones han sido descargadas de Google Play”, escribió Larry Page, presidente ejecutivo de Google, en su blog esta semana. “Un progreso bastante extraordinario para una década de trabajo”.
En el último recuento, alrededor del 70% de los smartphones funcionan con Android. Eso es tanto una bendición como una maldición para Samsung. Por un lado, es estupendo, pues esa mayor cuota de mercado significa que una gran cantidad de personas ya están familiarizadas con el uso de Android y tienen algún tipo de vínculo con la tienda Google Play. Pero por otro lado, también significa que un cliente puede elegir entre una docena de teléfonos hechos por una diversidad de fabricantes y básicamente obtener la misma experiencia que tendrían con un dispositivo de Samsung. (Naturalmente, el sistema cerrado de Apple evita este problema.)
La incapacidad de Samsung para diseñar el software de base instalado en su dispositivo móvil insignia hace que sea difícil celebrar el lanzamiento del S4 – incluso si puede hacer algunas cosas nuevas. El juego ya no consiste en copiar el hardware, sino en quién puede construir una relación duradera y estrecha con los clientes después de hacer esa primera venta. Apple y Google son básicamente los únicos dos jugadores en esta nueva guerra, una en la que Samsung, por el momento, ni siquiera pueden participar.