Aunque Google Glass nos suene a muchos como un invento revolucionario, hay gente que ha estado experimentando con el diseño de gafas “digitales” y de realidad aumentada desde hace muchísimos años. Uno de ellos es Steve Mann, ingeniero canadiense que comenzó a investigar la idea de gafas digitales que ayudaran a mejorar o aumentar la visión de las personas en la década de 1970.
En esos tiempos, Mann parecía un loco llevando un montón de aparatos encima para hacer funcionar sus prototipos (una vez incluso lo golpearon en un MacDonalds por llevar uno de estos aparatos), pero en el camino el ingeniero aprendió una serie de cosas e inventó otras para ayudar a desarrollar su producto. Uno de sus inventos por ejemplo es el HDR (High Dynamic Range), que combina digitalmente diferentes imágenes de la misma escena para obtener una imagen más nítida.
Mann escribió una larga columna en IEEE Spectrum relatando su experiencia con estos aparatos y lo que ha aprendido en el proceso de llevarlos en la cabeza. “Tengo sentimientos encontrados respecto a los últimos desarrollos. Por un lado, es muy satisfactorio ver que el mundo más amplio ahora le ve valor a los computadores que uno puede llevar encima. Por otro lado, me preocupa que Google y algunas otras empresas estén descuidando algunas lecciones importantes. Sus decisiones de diseño podrían hacer más difícil para muchas personas usar estos sistemas. Peor aún, productos mal configurados podrían incluso dañar la vista de algunas personas y retrasar este movimiento en años”, dice.
Mann señala que el primer modelo que creó de gafas inteligentes reproducía video en tiempo real sobre una pantalla montada en un casco. La cámara estaba cerca de un ojo, pero no tenía exactamente el mismo punto de vista, y esta desalineación “produjo algunos resultados raros y desagradables. Y esos efectos problemáticos persistieron después de que me quité los lentes. Eso es porque mi cerebro se había ajustado a una visión antinatural, y me tomó tiempo reajustarme a una visión normal”.
“Los prototipos actuales de Google Glass instalan la cámara bien hacia el lado derecho del ojo derecho de quien lo usa. Si ese sistema reprodujera imágenes de video en vivo desde la cámara de arriba, aparecerían seguramente los mismos problemas. Quizás Google está consciente de este problema y no reproducirá video en vivo al usuario en la pantalla. Pero quién sabe cómo evolucionará Google Glass o qué aplicaciones se crearán para eso”, agrega.
Por otro lado, Mann indica que proyectar imágenes a un ojo desacostumbrado puede tener efectos desorientadores y que podrían provocar daños permanentes. “Los investigadores de realidad virtual han luchado por mucho tiempo para eliminar los efectos que distorsionan el procesamiento normal de información visual del cerebro, y cuando estos efectos aparecen en equipos que aumentan o median el mundo real, pueden ser mucho más perturbadores. Una exposición prolongada podría incluso provocar daños permanentes, sobre todo entre los jóvenes, cuyos cerebros y músculos oculares todavía están en desarrollo”, asegura.
El inventor advierte además que el efecto que utilizan gafas como Google Glass para hacer parecer que la pantalla que flota al lado derecho está más lejos de lo que realmente está – porque el ojo no puede enfocar cosas que están apenas a unos centímetros de distancia – no es bueno. “Usar lentes de esta manera fuerzan al ojo a permanecer enfocado a una distancia fija, mientras que el foco del otro ojo cambia según lo que sea que el usuario está mirando, lejos o cerca. Hacer esto provoca severa tensión en los ojos, lo que nuevamente puede ser dañino, especialmente para los niños”, indica.
Mann señala que su diseño más frecuente de gafas inteligentes utiliza una cámara que captura imágenes exactamente desde la misma perspectiva que el ojo, y que posiciona la pantalla directamente frente al usuario, en lugar de en un costado. Trucos ópticos premitirían al usuario ver la pantalla mientras se enfoca a la distancia sin provocar mayor daño.
“Me sorprende que Google y otras empresas que ahora buscan vender computadores que se ponen en la cabeza con cámaras y pantallas no se hayan apoyado sobre mis mejores diseños para producir modelos que sean todavía mejores”, declara el investigador.
Mann también pone en consideración las preocupaciones sobre la privacidad y la propiedad intelectual que implican tener a personas con cámaras en la cabeza en todo momento.
“Créanlo o no, las cámaras de video pronto estarán en todas partes: Ahora ya las encuentras en muchos aparatos de televisión, grifos automáticos, alarmas de incendio y ampolletas de ahorro de energía. Sin duda, las autoridades tendrán acceso a todas las grabaciones que hagan, expandiendo una vigilancia que ya es amplia. En mi mente, los videos de vigilancia pueden ser menos abusados si las personas corrientes usan su propio equipo de grabación de imágenes en forma rutinaria, para que puedan observar a los observadores en una forma de vigilancia interna”, concluye.