En un principio, el hecho de que los menores de edad utilicen una aplicación móvil para mantener contacto con sus semejantes, para compartir mensajes o imágenes, o incluso para divertirse, no tiene nada de malo en sí mismo.
En que Whatsapp ya no es sólo un sistema de mensajería. «Se ha convertido en una verdadera red social, según indican todos los expertos. Los adolescentes crean grupos, agregan a sus amigos e intercambian mensajes, enlaces, fotos, vídeos y archivos de voz. Muchos no encuentran la hora de apagar el terminal móvil por la noche, por si llega un último Whatsapp.
Lo que los padres deben saber
Pero en cualquier caso, continúan estos expertos, si los padres van a asumir este riesgo, están en la obligación de tener en cuenta lo siguiente:
1. Whatsapp es una red social. «No es un simple servicio de mensajería, como así creen algunos padres. Permite hacer grupos, enviar imágenes, vídeos, links…», apuntan desde Pantallas Amigas. «Ahí está el peligro: Facebook, Twitter,… etc, están registradas como redes sociales, y por eso tienen que cumplir unas normas, ya que están supervisados por Gobiernos.
2. La edad. Según la legislación española, un niño con menos de 14 años no puede autorizar a que alguien obtenga sus datos personales. Ni puede autorizar a que se obtengan fotografías suyas. Esto sólo puede hacerse con la previa autorización de los padres. Es decir, las autorizaciones que conceden los niños menores de 14 años no son válidas… pero en Whatsapp sí», explica Guillermo Cánovas presidente de Centro de Seguridad Protégeles para la protección de infantes. Así es. —corrobora Fernández— director de proyectos de Protégerles , pueden tener Whatsapp porque no se les exige cumplir ningún requisito. Esto hace que al darse de alta automáticamente en la aplicación los niños proporcionen su nombre, su foto, su geolocalización… y a partir de ahí todo lo que se les ocurra compartir con sus grupos de amigos».
3. La cuestión de la inmediatez es extremadamente delicada. «En décimas de segundo, los chavales envían fotos estando borrachos, o con gestos sugestivos… Personalmente, creo que es muy fácil que si se actúa con tanta celeridad se equivoquen y no tomen buenas decisiones. A lo mejor tienen suerte tres horas después, cuando se les ha pasado el “calentón”, de pensar en las consecuencias de lo que han hecho, pero ya es demasiado tarde», comenta Fernández.
4. ¿Qué sucede con toda esa información? ¿Qué pasa con todos esos mensajes, más privados y menos privados, que los niños se intercambian entre sí? ¿Qué sucede con las fotografías que se hacen y se envían unos a otros? ¿Alguien puede acceder a ellas? «Pues lo cierto es que no lo sabemos… una de las principales críticas sobre la seguridad de Whatsapp es precisamente el desconocimiento que se tiene sobre si la compañía guarda copias de la información enviada, dónde se alojan y qué nivel de seguridad se aplica a esa información», reconocen desde Protégeles.
4. Puede facilitar el acoso. «Por el mero hecho de que un extraño tenga tu número, tu Whatsapp le acepta, y deja expuesta tu foto de perfil», apuntan desde Pantallas Amigas. «El acosador inmediatamente puede tener demasiada información. Puede saber cómo eres físicamente, la hora a la que te conectas, y la hora de tu último mensaje», añade este experto. «A no ser que tengas un iphone y sepas ocultar parte de esta información, algo no imposible pero muchísimo más difícil de hacer con Android».
Consejos para padres
Las recomendaciones para adultos y menores de edad que van a utilizar WhatsApp son las siguientes:
1. «Para empezar, deberían actuar como si sus conversaciones fueran públicas», concluye Guillermo Cánovas, de Protégeles. «De hecho, deberían actuar como si sus fotografías fueran a ser vistas por terceros a los que no conocen de nada, y como si la información que allí vuelcan fuera a salir del entorno meramente privado», añade. «Que antes de enviar una foto determinada se pregunten qué sucedería si pierden el control de esa imagen o archivo que están enviando», propone Cervantes. «Lo mejor es que los padres enseñen a los hijos a proteger su intimidad. Que no tengan la falsa sensación de que están hablando con sus amigos, porque es muy fácil que envíen una foto al grupo y en él esté incluido un mal amigo. O que rompan con su pareja, y esta comparta conversaciones o fotos íntimas con otros gracias a un sólo toque de pantalla», recomienda Fernández, de Pantallas Amigas.
2. El coautor del libro Tranki Pap@s va más allá y aconseja a los padres informar a sus hijos de lo que supone enviar una foto que atente contra su dignidad o la de otros menores. Este punto es, según Cervantes, extremadamente importante porque el simple hecho de enviar por Whatsapp una foto donde aparece un menor desnudo o con una pose sugerente es distribución de pornografía infantil. «No hace falta que se vea un acto sexual explícito», advierte. «Este mismo verano detuvimos a catorce menores de unos 15 años que habían compartido este tipo de fotografías por un delito de corrupción de menores», recuerda. «No estamos exagerando, los jóvenes han de mentalizarse y aprender a diferenciar entre lo que es broma y lo que ya es delito», comenta.
3. Es muy difícil que los menores que ya utilizan smartphones dejen de utilizar una aplicación que les permite comunicarse de una forma tan sencilla, inmediata y prácticamente gratuita como es Whatsapp. Por eso los padres deben tener, a juicio de Pere Cervantes, un papel fundamental en el buen uso de este sistema de mensajería. «Whatsapp es uno más de la familia. Está en las comidas, en las cenas… así que los padres analógicos de estos nativos digitales no pueden mirar para otro lado. Deben informarse. Si no corren el riesgo de que su hijo se convierta en un huérfano digital. Son niños que dominan a la perfección la tecnología, pero no dejan de ser eso, niños. Y estos no huelen los peligros que les acechan», remarca este policía. Pero en este país, se lamenta, «no hay mentalidad. Cuando vamos a dar charlas en colegios y preguntamos en qué redes sociales están sus hijos la mayoría no lo sabe. Sabemos que es muy duro ponerse al día, pero para los que tienen hijos es algo innegociable. La gente cree que a ellos no les va a pasar. Y suele ser así, pero para eso hay que tomar tres o cuatro medidas. Entonces es improbable que te pase», concluye.