Nicholas Cronquist, semi-ambidiestro, se rebeló contra las lecciones de caligrafía en tercer grado. “Recuerdo que las odiaba y le decía a mi maestra que me parecían algo tonto”, dice. Cronquist, hoy de 26 años, con el tiempo aprendió a usar su mano izquierda para escribir cadenas de palabras. Pero al realizar trabajos en computadora durante la universidad y luego elegir una carrera de raíz tecnológica, su escritura a mano fue cada vez menor y escribir en cursiva se volvió algo incómodo y doloroso.
Eligió cambiar y escribir en imprenta con la diestra y firmar su nombre con la izquierda.
“Creo que ya ni siquiera sé cómo escribir en cursiva”, asegura Cronquist, que hoy vive y trabaja en Laos.
La tecnología aumenta permanente la velocidad de las comunicaciones, a veces anticipando las palabras antes de que nuestros cerebros envíen las señales a nuestros dedos. Pero los expertos dicen que la escritura a mano está siendo sacrificada por el bien de la tecnología. Personas como Cronquist dicen que hoy se comunican tanto a través de computadoras, teléfonos y tabletas que rara vez hallan necesaria la escritura manuscrita.
La tendencia está respaldada por un estudio del 2012 que descubrió que el 33% de las personas consultadas tenía dificultades para leer su propia escritura a mano. Docmail, una compañía británica de impresión y envío por correo, realizó la investigación y concluyó que uno de cada tres participantes no había tenido que producir algo escrito a mano por más de seis meses. También halló que las personas cada vez utilizan más la tecnología para actualizar calendarios, agendas y recordatorios.
Finalmente, más de la mitad de los participantes dijo que su escritura a mano era cada vez peor. La situación de la escritura manuscrita en Estados Unidos tampoco es mucho mejor, indica Wendy Carlson, una experta en escritura a mano e investigadora de documentación forense. Carlson sostiene que la dramática caída de la escritura a mano está causando un “gran” deterioro mental.
“La gente ya no utiliza su mente y se apoya en la tecnología para tomar decisiones”, asegura.
Carlson dice que la escritura en cursiva combina procesos físicos y mentales que involucran a ambos hemisferios del cerebro. Agrega que observa que el número de personas que escriben en cursiva disminuye ante el vigoroso avance de la tecnología.
“Si estás tecleando, solo estás golpeando el teclado y moviendo los dedos”, indica. “Estás pensando muy poco porque ya no le permites a tu cerebro completar procesos neurales”, añade.
Jan Olsen, fundadora y presidenta de Handwriting Without Tears, una compañía que crea guías de caligrafía y libros de ejercicios para maestras y estudiantes desde jardín hasta el quinto grado. Dice que la escritura a mano, especialmente la cursiva, es vista por muchos como algo antiguo.
“La única razón para escribir algo es para recuperarlo después”, indicó. “Por eso es necesario que sea legible”, agregó.
El Washington Post informó en abril que 45 estados habían adoptado estándares centrales comunes para la educación. Estos, sin embargo, no incluyen el requisito de aprender a escribir en cursiva.
En otras palabras, muchos niños están creciendo sin tener que aprender el elegante y circular estilo que fue obligatorio para sus padres y abuelos.
Pensando a futuro, dependerá de cada estado incluir o no el requisito de la cursiva y luego de los distritos escolares convertirlo en una parte central del currículo. Agobiados por los recortes presupuestarios, es probable que muchos estados y distritos opten por que los estudiantes tecleen en vez de escribir.
Olsen, de 72 años, asegura que los estilos de escritura tecnológica y escritura a mano chocan.
Pero la ironía es que Olsen, que se comunica a través de su iPhone, dice que Handwriting Without Tears debe apostar a la tecnología para ser competitiva. Además de sus libros de ejercicios, la compañía ofrece una guía de enseñanza electrónica y una aplicación.
Francis Smith, un trabajador bancario que vive en Gibraltar, sostiene que aunque la tecnología permite comunicación instantánea, guarda nostalgia por la permanencia y tangibilidad de la escritura manuscrita.
“Si no hay electricidad, la tecnología no funciona”, dice. “Los cuadernos nos han servido por miles de años”, agrega.
Después de 23 años tecleando en una computadora, Smith hoy intenta recuperar su cursiva, aunque admite que le cuesta. Cronquist, por su parte, está feliz de que su letra imprenta resulte legible.
“La imprenta con mi mano derecha no es tan terrible”, dice. “Es lenta, pero legible”, concluye.