El regalo vino acompañado de un grueso libro dedicado al arte de tomar fotografías con smartphone, con un sinfín de recomendaciones de aplicaciones y demás recursos para asegurarme algunos “me gusta” en Facebook.
Así es como me di cuenta en cuánto ha evolucionado ese hobby que algunos denominan “smartphonografía” y que nos lleva al punto de necesitar acoplar lentes a un teléfono al carecer todavía de cámaras que nos permitan ejecutar el fin último de esta práctica; compartirlas.
Un cambio social
Cuando a Jordi V Pou, un fotógrafo catalán conocido por haber expuesto (junto a trabajos del mismísimo Andy Warhol) imágenes tomadas con su viejo iPhone 3G, se le pregunta sobre este arte desde una perspectiva tecnológica se irrita enormemente.
Las lentes acoplables le parecen una sandez y hablar de las tantas aplicaciones que existen para los aficionados, dice, es un tema de relativa importancia, porque para él este no es un tema tecnológico, lo “bestia” del asunto es “el cambio social, el cambio cultural y el cambio en la manera de entender la fotografía” que estamos viviendo.
En su proyecto Kokovoko, Jordi V Pou ofrece un diario personal compuesto únicamente de imágenes.
“El cambio primordial es que antes había tres tipos de fotografía: la doméstica, la artística y la documental. Pero ahora hay una cuarta: la fotografía personal, la que se utiliza uno para comunicarse con su círculo de amigos”.
Hoy en día, explica Pou, “se toman 1.000 millones de fotografías al día, de ellas una tercera parte se suben a Facebook”. Lo que según él, habría llevado a la red social a hacerse con Instagram y acaparar este nuevo universo social.
“Esto está cambiando las bases de la fotografía, se hacen más fotos en dos minutos que las que se hicieron en todo el siglo XIX”, apuntó.
Todo a raíz del auge del smartphone, “que al fin de al cabo es una herramienta de comunicación” disponible en todo momento y que unifica cámara, teléfono y redes sociales, convirtiendo a la imagen en una herramienta de comunicación más.
Un sistema que tiene como ventaja añadida el permitirnos tomar imágenes más espontáneas dado que los fotografiados tienden a posar menos, al sentirse más cómodos frente a un móvil que frente a una cámara convencional.
Los filtros y aplicaciones de retoque permiten a los usuarios recrear un ideal del mundo que les rodea.
Sociólogos consideran que el smartphone y las redes sociales nacieron para alimentar a una sociedad en “la era de la imagen”, donde el sentido visual prima frente al resto y donde la smartphonografía nos permite comunicarnos rápidamente en un idioma que todos entendemos.
En su obra “On photography” (1977), la fotógrafa Susan Sontag hablaba de ello señalando que “la fotografía se ha convertido en una práctica extendida y un divertimento como el sexo o el baile”.
“Mucha gente no practica la fotografía como arte. Es principalmente un rito social, una defensa contra la ansiedad, una herramienta de poder”.
La smartphonografía habría nacido para satisfacer esta tendencia aliándose con la internet y permitiendo a fotógrafos aficionados tener una audiencia de la que antes tan sólo gozaban profesionales o artistas.
Filosofando sobre el tema, blogueros han llegado a justificar su adicción a páginas como Instagram por ser una vía para “probar su existencia” e incluso por la belleza de crear “una vida ideal” vista a través de filtros de todos los tipos y colores.
Creatividad en grupo
Los usuarios de instagram no buscan alimentar su vanidad sino su creatividad.
Pero lejos de lo que se pueda pensar, estudios rigurosos por el tema señalan que no se trata este de un fenómeno surgido de nuestro narcisismo.
El estudiante de doctorado Zack McCune de la Universidad de Cambridge en Reino Unido, se pasó cuatro meses examinando el comportamiento de los usuarios de la red social Instagram, señalando que los usuarios se estimulan los unos a los otros a la hora de elaborar fotos artísticas y experimentar con el color y la composición.
“Todos los usuarios que entrevisté celebraban los aspectos creativos de la iphonografía (en 2011 Instagram sólo funcionaba con iPhone) y el modo en que alteraba su rutina. Los usuarios disfrutan pensando más imaginativamente sobre los lugares donde viven y la gente y eventos que los rodean”.
Algunos, señaló, llegaron a decir que su experiencia en la red social era beneficiosa para su “salud mental”. “Es una forma de escapismo donde puedo ser indulgente con mi lado creativo”, dijo un usuario.
Críticas
En años recientes ha aumentado de manera dramática el número de fotos que se producen.
No obstante en muchos medios y blogs pueden leerse críticas al uso de filtros que imitan esa imagen nostálica de las fotografías de antaño. Se dice que la gran presencia de fotógrafos aficionados, de tantas imágenes, no nos permite discernir una fotografía buena de una mala.
Pero fotógrafos como Pou, maravillados con este fenómeno, insisten en que los que destacan en la smartphonografía siguen siendo aquellos que tienen cierta formación creativa o fotográfica.
“Es una herramienta más y hoy en día todavía hay gente que le ve impedimentos”, dice por su parte el periodista Jesús León, quien imparte cursos de fotografía con iPhone en España.
“Pero no se puede negar que en poco tiempo más, la fotografía con smartphone puede ser tomada a la misma altura que cualquier otra cámara. Ha conseguido revolucionar mucho la fotografía al instante, compartir y tener una comunidad de gente muy entusiasta”.