El ser humano nunca había estado tan conectado y a la vez tan solo. Los expertos apuntan que aplicaciones como WhatsApp o Facebook están mermando la intensidad de las relaciones personales, a la vez que ponen en peligro a una nueva generación que va camino de olvidar el arte de la conversación.
La imagen de dos personas comiendo juntos en silencio mientras miran sus teléfonos móviles podría convertirse en una peligrosa realidad que, según la profesora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Sherry Turkle, supone “un verdadero problema, tanto en la manera de relacionarnos con los demás como con nosotros mismos” apunta la psicóloga en una conferencia de la plataforma TED.
La autora del bestseller Alone Together (Juntos en soledad) lleva años investigando cómo la sociedad estadounidense se relaciona con las nuevas tecnologías, y ha observado que cada vez son más los jóvenes que sienten ansiedad cuando no tienen su teléfono móvil, pues han aprendido a compartir cómo se sienten las 24 horas del día.
Turkle considera que, a pesar de las infinitas posibilidades que brinda la tecnología, ésta acaba erosionando la capacidad para estar solos, de tal forma que “buscamos a los demás únicamente para no estar solos, no para crear lazos verdaderos”.
El ‘no lugar’, o estar en muchos sitios a la vez
La posibilidad de estar en varios lugares a la vez gracias a la tecnología se produce en un espacio que paradójicamente ha sido apodado como el “no lugar” por el antropólogo francés Marc Augé, que usa este término para describir lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados lugares reales.
Este espacio virtual en el que se producen millones de conversaciones al minuto tiende a “minar la intensidad de las relaciones personales”, apunta el sociólogo de la Universidad Complutense Javier de Rivera, que sometió a dos jóvenes a un experimento que consistía en pasar un mes sin WhatsApp ni Facebook.
“Al final de la primera semana, los dos dijeron que habían descubierto una nueva realidad de las relaciones personales como algo más intenso que les emociona y que les llena” relata Javier, a la vez que confirma su hipótesis de que las personas se están olvidando de la importancia de una conversación cara a cara.
“Es llamativo el hecho de que tenían problemas para quedar con sus amigos porque hacían cambios de última hora como si la conexión constante hiciera que los compromisos perdieran valor porque siempre los puedes cambiar”, explica.
Esta realidad está afectando especialmente a los jóvenes, a quienes los académicos llaman nativos digitales, puesto que han crecido interactuando con móviles inteligentes frente a los cuales experimentan problemas para el autocontrol del tiempo que dedican a las nuevas tecnologías, apunta el psicólogo Alfredo Oliva.
Este investigador de la Universidad de Sevilla comenta que, aunque las nuevas tecnologías presentan grandes oportunidades comunicativas, algunos jóvenes están sufriendo “una adicción a sus dispositivos móviles”, una patología cuya única cura está, asegura el investigador, en el afecto y el control de los padres.
Otro peligro, olvidar a manejar la soledad
“Hay tres grandes fantasías que nos brinda la tecnología: omnipresencia, atención 24 horas y la sensación de no estar solos”, relata en su conferencia la investigadora del MIT, al asegurar que estas fantasías provocan que las personas “acaben esperando más de la tecnología y menos de los demás”.
Los expertos consideran que, lejos de condenar la tecnología como la causante de esta sensación de soledad, es importante educar en el uso funcional de los dispositivos móviles, “evitando invertir emocionalmente” en la tecnología, sobre todo a los jóvenes que “parecen incluir la tecnología como una parte más de la relación”, sostiene el sociólogo Javier de Rivera. De lo contrario, se correrá el riesgo de “sacrificar la conversación por la simple conexión”, apunta Turkle, así como de “acostumbrarnos a una nueva forma de estar juntos en lo solitario”.
FUENTE
Muy importante es necesario este artículo pues se está perdiendo los principios de una buena educacion