La fotografía tradicional se muere, al menos en lo que a las cámaras compactas se refiere. Un estudio de la consultora IDC revela que las ventas de estos dispositivos caerán este año un 40 % debido a la competencia de los teléfonos inteligentes. Las empresas con más modelos en este segmento, como Olympus, Panasonic o Fujifilm, están seriamente amenazadas.
El mercado de la fotografía experimentó en la primera década del siglo XXI su mayor transformación, con el paso de la tecnología analógica a la digital. Algunos fabricantes, como la mítica Kodak o la japonesa Minolta, no supieron adaptarse y acabaron desapareciendo o -en el caso de la norteamericana- abandonando la producción de cámaras para dedicarse al negocio de la impresión.
En Japón, que aglutina más de las tres cuartas partes de la industria fotográfica de consumo, las ventas de las compactas se han ido reduciendo desde el 2008, año del lanzamiento global del iPhone. De 1,600 millones de unidades anuales se ha pasado a menos de 500 millones en el presente ejercicio.
Para la mayoría de los usuarios, el hacer una fotografía y poder compartirla al instante es más importante que la calidad de la instantánea -que normalmente se destina a redes sociales como Whatsapp, Facebook o Twitter-. La progresiva mejora en resolución y prestaciones de los objetivos de los móviles han acabado con las cámaras más asequibles, que apenas cuentan ya con argumentos que apoyen el llevar otro dispositivo en el bolsillo; como mucho, un estabilizador y un zoom óptico de varios aumentos.
Las cámaras de lentes intercambiables réflex -mercado dominado por Canon y Nikon- mantienen el tirón, mientras que las nuevas mirrorless (sin espejo) no acaba de cuajar, lastradas por su elevado precio.