La geolocalización ha sido objeto en los últimos años de un intenso debate acerca de sus ventajas y peligros. Supone una mejora para determinadas aplicaciones, sobre todo de ocio y turísticas, pero también supone ceder privacidad de los movimientos de los usuarios de dispositivos móviles a servicios que la pueden utilizar con fines propios y dudosos. Desde Eroski Consumer analizan los pros y contras de la geolocalización y una opción intermedia para no perder todas las ventajas de esta opción.
Ventajas
La ventaja más obvia de la geolocalización es la mejora de eficiencia absoluta en cualquier servicio. Si buscamos un determinado servicio en Google, ya sea desde el móvil o desde el ordenador, es más fácil que el buscador nos ayude si conoce nuestra posición. Nos dará entonces datos relativos a locales cercanos y evitará otros demasiado alejados. Lo mismo sucede si buscamos una determinada calle: si el servicio de mapas sabe dónde estamos, nos podrá indicar la forma más rápida de llegar.
A esta ventaja en la eficiencia de búsquedas se suma información adicional de interés, sobre todo cuando estamos de turismo. El turista es a menudo el usuario más necesitado de información práctica y de ocio. Si a ello le añade indicaciones sobre el mapa, ya que en principio desconoce las calles, la geolocalización puede mejorar mucho su experiencia de usuario.
En esta premisa se basan Foursquare y otros servicios para conocer ciudades con el móvil. En este sentido, nuestro smartphone puede ser una auténtica guía práctica, interactiva y en tiempo real que nos informe de actividades, museos, locales de ocio, etc., a medida que nos movemos. En casos como el del servicio Google Now y la llamada Internet de proximidad, basada en los datos que emiten nuestros sensores, la geolocalización ayuda para ofrecer consejos prácticos. Un ejemplo: el servicio detecta que cada jueves vamos al aeropuerto entre las cuatro y las seis; en consecuencia, puede enviarnos datos del tráfico en tiempo real antes de que se lo pidamos.
También podemos considerar una ventaja que si un comercio ‘online’ al que solemos visitar sabe a qué tipo de locales acudimos, pueda analizar nuestros gustos y darnos consejos sobre qué producto nos puede interesar más. Nos ahorramos así publicidad de bajo interés.
Desventajas
Pero es esta eficiencia que presta la geolocalización lo que resulta inquietante. ¿Qué pasa cuando no queremos una mejor publicidad, tan solo porque no queremos que se utilicen nuestros datos para elaborar perfiles ni estudios de marketing? O cuando no queremos que un servicio sepa desde dónde lo activamos porque es una red social en la que figurará nuestra posición de manera pública.
Pueden ser muchos los motivos por lo que no deseemos que todo el mundo sepa dónde estamos en cada momento, y servicios como Instagram, Facebook, Twitter y muchos otros lo indican cada vez que subimos una fotografía, publicamos un comentario o lanzamos un tuit, si tenemos activada la geolocalización.
Por otro lado, ¿cómo sabemos que en un momento de presión máxima, el servicio no cederá los datos de nuestros movimientos a un organismo público que desee investigarnos? Debemos de ser conscientes de que cuando usamos las aplicaciones de mapas como navegadores GPS o lo activamos en aplicaciones para ir al monte o a buscar setas, estas recolectan las posiciones y las guardan. Lo mismo sucede con las apps para hacer deporte.
En principio, y con toda lógica, las almacenan para que podamos hacer uso de ellas en futuras ocasiones, pero nadie nos asegura que no acaben transformadas en estudios de perfiles de publicidad; y quién sabe si en el futuro, en manos de servicios de inteligencia, ya sean nacionales o extranjeros.
Una opción intermedia: modularla
Por fortuna, en los smartphones y tabletas, tanto en Android como en iOS 8, la geolocalización es una opción modulable, en buena parte por la presión de los países y sus agencias de protección de datos, de modo que se puede activar o desactivar en cada servicio y según se desee. Puede que en un determinado momento interese indicar en Instagram dónde estamos, pero no en Twitter, y en otro necesitemos hacer uso de los mapas de Google, para lo cual debemos estar geolocalizados. Lo más recomendable es emplear esta capacidad de los dispositivos para regular la geolocalización y ser conscientes de lo que supone activarla o desactivarla.
Otro cantar son los ordenadores y los accesos fijos; cuando accedemos a Internet desde una conexión fija (sea wifi o cable ethernet), estaremos irremediablemente localizados por la referencia que tiene el operador de esa conexión. Este operador, por otro lado, puede estar obligado por ley a ofrecer datos de nuestro acceso si una autoridad judicial se lo requiere.