Las baterías están por doquier: móviles, tabletas, ordenadores, relojes inteligentes, aspiradores sin cables… Y todos ellos dependen de las baterías para seguir funcionando. El problema no es sólo cuánto dura la batería después de cada recarga, sino también alargar su vida útil para que, cuando se estropeen después de unos pocos miles de usos, no haya que tirar a la basura todos los dispositivos mencionados. Por eso un descubrimiento que acaban de hacer investigadores de Estados Unidos podría revolucionar la electrónica de consumo.
El problema básico de las baterías actuales es que utilizan sobre todo litio, y a largo plazo este mismo elemento termina destrozando la batería por corrosión. Científicos de la Universidad de Irvine en California han desarrollado ahora un sistema que multiplica el ciclo de vida hasta -al menos- los 200.000 ciclos de recarga. Y no saben por qué.
“Empezamos a someter a los dispostivos a ciclos de recarga, y poco a poco nos fuimos dando cuenta de que sus baterías no decaían, y todavía no entendemos cuál es el mecanismo”, reconoce Reginal Penner, uno de los autores del estudio citado en Popular Science.
Sí que saben, claro, describir el diseño de sus peculiares baterías. Si en el interior de las que utilizamos a diario hay líquido (y, por favor: no intente comprobarlo en su casa) las de la Universidad de Irvine utilizan un nanocable de oro, del mismo tamaño de una bacteria, que está recubierto primero de óxido de magnesio y luego de un gel electrolítico.
La idea es que la electricidad se almacena en el cable -una tecnología que ya había sido probada- y la cobertura de gel se encarga de proteger el cable de la corrosión. Si se quiere aumentar la capacidad de carga de esta mini batería basta con alargar el cable.
La aplicación de esta nueva tecnología está sin embargo lejos de ser una realidad pronto. Está primero el problema de que el oro es excesivamente caro para su uso comercial en baterías, aunque los investigadores de Irvine sugieren que el níquel también podría servir para el trabajo. Pero antes de seguir adelante, hay otro obstáculo principal: entender qué está pasando y confirmar que el gel, más denso de lo habitual, no sólo mantiene al cable en su sitio, sino que además está haciendo al óxido metálico más suave y más resistente, al mismo tiempo.