Una noche, un joven palestino residente en Italia cayó víctima de un fraude, tras hablar por Facebook con una muchacha que le invitó a hacer una videollamada por Skype. El hombre le contó a la BBC cómo cayó en la trampa y cómo terminó todo. Este es su testimonio.
Ocurrió cuando estaba solo en casa. Una chica me agregó a Facebook. No me pareció raro, pues a menudo recibo peticiones de amistad de viejos amigos del colegio a quienes apenas conozco.
Al día siguiente me mandó un mensaje: “Hola, ¿cómo estás? Vi tu perfil y me gustaste”.
Eché un vistazo a su perfil y vi que era muy guapa.
Esa noche comenzó a enviarme mensajes a través de Skype. Me dijo que tenía 23 años, que sus padres fallecieron y que vivía con su hermana mayor en Sidón, Líbano.
Me contó que se aburría porque no estudiaba ni trabajaba, y que su hermana era muy estricta. Le pregunté sobre sus aficiones y me dijo que le gustaba el sexo, que le encantaba.
Yo pensé que tal vez se sentía frustrada y por eso buscaba encuentros sexuales a través de internet.
En ese momento, sentí curiosidad, pero también desconfianza porque me sorprendió la facilidad con que se había puesto a hablar sobre sexo con un completo desconocido.
Pero estaba aburrido, mi novia estaba fuera de la ciudad y no tenía nada que hacer. Así que pensé: “¡Qué carajos! Hablaré con esta chica y veré hasta dónde llega la cosa”.
Al final, me preguntó si tenía webcam.
Así que conecté mi cámara y le dije: “¿Puedo verte?”.
Ella conectó su video y cuando la vi resultó ser una muchacha muy bonita. Con una chica como ella, uno puede llegar a perder la cabeza.
Continuamos hablando, pero sólo a través de mensajes. Me dijo que temía que su hermana la oyera. Y que hablar conmigo le excitaba.
Yo pensé que, como vivía con su estricta hermana en el sur de Líbano -y no en una ciudad más abierta como Beirut- tal vez se sentía frustrada y por eso buscaba encuentros sexuales a través de internet.
Entonces me preguntó cómo era mi pene. Se lo mostré y le dije: “Es tu turno”. Ella se tumbó en la cama, se desvistió y comenzó a masturbarse.
Nunca había visto nada igual. Era muy fácil. Demasiado bueno para ser verdad.
Comencé a masturbarme yo también. Me pidió que apuntara la cámara hacia mi cara porque le excitaba, así que comencé a grabarme moviendo la cámara entre mi cara y mi pene.
Después de unos minutos, fingió tener un orgasmo. Todavía desnuda, se volvió hacia el teclado para hablar conmigo. Me preguntó qué hacía y le dije que trabajaba en marketing en Milán, Italia.
“¡Oh! Debes de ser rico”, exclamó.
“Bueno, me las apaño”, le contesté.
Entonces, me dijo que su hermana estaba llegando. Así que se vistió y se desconectó.
La estafa
Media hora después, recibí un mensaje en Facebook. “Escucha. Soy un hombre y he grabado un video de ti masturbándote. ¿Lo quieres ver?“.
Me envió el video. Eran unos cinco minutos en los que se me veía masturbándome.
“Tengo la lista de tus amigos y de tu familia de Facebook: tu mamá, tu hermana, tus primas”, me dijo. “Tienes una semana para enviarme US$5.500. Si no lo haces, les enviaré el video”.
En cuanto le eliminé en Skype, recibí un mensaje en WhatsApp
Me quedé en shock. Al principio, pensé en enviarle el dinero inmediatamente.
Pero en cuanto lo eliminé en Skype, recibí un mensaje en WhatsApp. “Estoy aquí”, me dijo.
Así que le supliqué. Le dije que no tenía US$5.500. Y me dijo: “Por supuesto que los tienes. Tienes un buen trabajo en Europa”.
“No”, le respondí. “Eso era mentira. Lo dije para impresionar a la chica. Tan sólo soy un repartidor de pizza“.
Entonces me acordé de una foto que le había enviado alicatando mi cuarto de baño. “Mira, ¿crees que si fuera rico alicataría mi propio baño?”.
Eso pareció convencerle y dijo: “Puede que eso sea cierto, pero no me importa.Tienes una semana para enviarme US$2.000. De lo contrario, le mandaré el video a tu familia“.
Traté de calmarme y pensar racionalmente. Si le enviaba el dinero, ¿cómo no iba a volver y pedirme más?
Luego se me ocurrió que si le enviaba el video a mis contactos -a personas que no tengo como amigos (en Faceboook)- iría a la bandeja de entrada que nadie comprueba.
Pero, incluso si lo comprobaban, pensé, ¿quién iba a abrir el video de un contacto desconocido? Podría ser un virus.
Así que tenía dos opciones: enviarle el dinero y no tener garantía alguna de que me pedía más, o no hacerlo y esperar que nadie lo viera.
Llegó el día en que volvió a escribirme y me dijo: “De acuerdo. Voy a publicar el video en YouTube”.
“Súbelo. Ya no me importa”, le dije.
Vi de nuevo el vídeo. Y se me puso un nudo en el estómago
Entonces cambié mis opciones de privacidad para que nadie pudiera publicar en mi muro o etiquetarme sin mi consentimiento.
Me envió el enlace al video a través de WhastApp. Lo vi de nuevo. Era yo masturbándome, en YouTube. Se me puso un nudo en el estómago.
De inmediato, comencé a denunciar el video en YouTube por contenido sexual. Cerré la página, volví a cargar el enlace y lo denuncié de nuevo. Una y otra vez.
Me envió un mensaje diciendo que les iba a enviar el video a mis contactos de Facebook si no le pagaba.
“Adelante, envíaselo”, le contesté.
No podía pagarle. Primero, serían US$2.000. Luego, tal vez US$5.500. ¿Dónde terminaría?
Él estaba muy enojado. Comenzó a insultarme y a decirme que le enviaría el video a mi madre y a todas las personas que conocía.
¿Y si mi madre lo ve? Me tiraría por la ventana de la vergüenza
Yo seguí denunciando el video. Cada vez que lo hacía me fijaba en el número de visitas para ver si alguien más lo había visto. Después de una hora, YouTube lo eliminó.
Por lo que yo sé, todas las vistas eran mías, excepto una. Podría haber sido el estafador, o puede que uno de mis familiares. Nunca lo sabré, pero hasta ahora nadie me ha dicho nada al respecto.
Pero ¿y si, por ejemplo, mi tía lo hubiera visto? Se lo habría contado a otra de mis tías, a su marido, a sus hijos. Y, pronto, toda mi familia lo sabría.
¿Y si mi madre lo ve? Me tiraría por la ventana de la vergüenza.
Cuando el video fue retirado, no volví a tener noticias de ese hombre. Supongo que se buscó a un pez más gordo.
Recuerdo cuando le pregunté por qué eligió a un chico joven como yo, sin muchos recursos. Y me dijo: “¿Crees que no me fijo en tipos ricos de países del golfo Pérsico? Pues claro que lo hago”.
“Tienes suerte. Vi en tu Facebook que no estás casado. De lo contrario, te habría pedido mucho más dinero“.
Creo que ya se acabó. Pero cada dos por tres, reviso YouTube para ver si ha vuelto a publicar el video.