Eran vistos como juguetes voladores. Para niños incluso. No era acertado. Esa visión muy extendida se ha empezado a volatilizar en la sociedad ante las restricciones aéreas impuestas por los diferentes estamentos gubernamentales y las capacidades de los llamados vehículos aéreos no tripulados que, conocidos popularmente como drones, giran en torno a un negocio de altos vuelos que genera más de mil millones de dólares en la actualidad.
Y no, no son aparatos para divertirse, que también los hay, pero se requiere de una concienciación por parte de los operadores de vuelo para evitar hacer volar sus aparatos en zonas restringidas. Con ellos, en efecto, uno puede entretenerse pero se han creado a su alrededor un importante sector, los drones civiles, que prevé triplicar su mercado en los próximos cinco años.
Cada año duplica el número de empresas que se lanzan a a este sector liderado por las firmas DJI y Parrot, seguido de 3D Robotics e Insitu. Ahora, GoPro, empresa conocida por sus cámaras de acción, se ha subido al carro de los drones con la presentación de Karma, su primer modelo, que tiene un diseño en forma de cuadricóptero y que, en sus reducidas dimensiones, se incorpora una de sus cámaras.
En un escaso tiempo, el negocio de los drones ha crecido exponencialmente y se han convertido en interesantes y prácticas herramientas para realizar diversos trabajos como labores de rescate, aplicaciones en agricultura asistida o en el mundo del cine. Incluso han empezado a aparecer lasprimeras competiciones de estos aparatos, un espectáculo que tiene visos de convertirse en uno de los deportes del futuro junto a los llamados eSports -deportes electrónicos-.