Compartir la contraseña o abonar el servicio entre varios vecinos es para algunos una buena opción, pero para otros se transformó en una fuente de conflictos.
La idea de compartir Internet con los vecinos y repartir el ancho de banda entre ellos para ahorrar cotos está agarrando cada vez más fuerza. Algunos lo ven como una ventaja porque pueden ahorrar hasta el 80% de la factura. Pero, ¿es realmente un ahorro o un conflicto?
Al igual que ocurre en otros ámbitos, participar a los demás de un bien personal puede derivar en algunos dolores de cabeza, en este caso vinculados a la seguridad, a la privacidad de datos y también al buen funcionamiento del servicio.
Según publicó el diario La Nación, a comienzos de 2015, Marina Baldanza, secretaria de 38 años, se mudó a un PH en Belgrano y apenas bajó los muebles del camión los vecinos de la pequeña comuna horizontal le hicieron conocer los artículos de un pacto de conectividad que mantenían hace tiempo.
Primero, el router (esa caja cableada que irradia el bendito Wi-Fi) está instalado en la vivienda central, la que está a medio camino de la puerta de calle y la medianera del fondo. segundo, la tarifa se comparte entre las cinco familias del condominio. Tercero, aquel que quiera abandonar la comunidad deberá avisar con un mes de anticipación. Y cuatro, no se discute la elección de la contraseña.
“Después de algunos meses de ser parte de este club, con mi marido decidimos abrirnos. Durante el día todo bien, pero durante la noche era imposible navegar, era lentísimo”, cuenta Marina.
Con esta misma preocupación, Federico Escudero, de 26 años, estudiante de cocina, dice que si un vecino le ofreciera compartir Internet lo primero que haría sería preguntarle qué tipo de uso le da. “Si descarga muchos programas o películas, lo pensaría dos veces. Eso afectaría mi conexión y no hay nada peor que una conexión lenta”, opina.
Uno de los inconvenientes de esta práctica es el impacto en la velocidad de navegación, según explica a La Nación, el coordinador del Laboratorio de Malware, Pablo Ramos, en la firma ESET. “Hay que tener en cuenta que una conexión a Internet es como un canal a través del cual una persona puede navegar, y mientras más personas haya en un canal, que se distribuye equitativamente entre todos, menor será la velocidad de navegación”, comenta. No obstante, cada vecindario es un mundo aparte y la fatalidad no siempre acontece.
La razón por la que muchos optan por la opción de compartir es por ahorrar dinero que puede ser destinado en otro asunto. Algunos usuarios manifiestan que no han no ha sufrido ningún inconveniente en términos de seguridad: ni hackeos, ni crackeos, pero la velocidad si le juega en su contra, porque se merma sobre todo en horas de la noche.
Más allá de los bajos costos, otros vecinos comentan que no están dispuestos a compartir Internet por desconfianza a sus datos. Además hay un contratiempo que supone una gravedad quizá mayor: especialistas coinciden en que socializar el acceso a Internet podría hacer mella en la seguridad.
Por su parte, el representante de ESET advierte que “compartir la conexión entre más de un domicilio o grupo de personas no tiene por qué ser un riesgo a la seguridad, si es que todas las personas que van a utilizar el servicio están de acuerdo y definen reglas básicas de uso”. Y explica que muchos de los routers disponibles en el mercado permiten establecer que los equipos que integran la red no se puedan ver entre ellos.
Son diversas las opiniones entre vecinos sobre el tema, la manera más sencilla es utilizar routers especiales, muy fáciles de instalar, que se conectan al de tu casa y siempre conviene, antes que nada, cambiar el nombre predeterminado de la red y la contraseña de acceso a la configuración y emitir varias redes WiFi a la vez, así cada vecino tiene su propia red y contraseña.
Otra práctica más avanzada es establecer un listado de permisos al activar el filtrado por dirección MAC (una huelle identificada cada dispositivo); también desactivar la difusión del nombre de la red y la actualización del firmware del router.