Las fotografías que internautas de todo el mundo suben cada segundo a las redes sociales son un material con un valor antropológico, porque proporcionan datos útiles en clave cultural, social, económica, política.
Si a estos contenidos se les añaden sistemas de inteligencia artificial capaces de procesar enormes cantidades de información, el potencial se dispara.
Por ejemplo, la ropa que llevan quienes aparecen en estas imágenes ofrece claves para entender en qué época se vive.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Cornell (New York), Kevin Matzen, Kavita Bala y Noah Snavely, estudiaron 100 millones de fotos publicadas en Instagram para comprender las variaciones de la moda a lo largo y ancho del planeta.
De esta manera, como se informa en un artículo publicado, gracias al procesado automático de los retratos y “selfies”, llegaron a distinguir los estilos que son más apreciados en cada región, como ya hicieron los integrantes de The GDELT Project con respecto a las personas y los temas predilectos de los medios de comunicación.
Para empezar, fijaron fechas y puntos geográficos relevantes y descargaron fotografías de Instagram en un radio de acción de cinco kilómetros y durante cinco días. Lo hicieron sobre 44 ciudades y entre junio de 2013 y de 2016.
Emplearon un programa estándar de reconocimiento facial para filtrar las imágenes y descartar las que no incluían una cara o un torso.
A continuación, crearon un algoritmo de aprendizaje que diferenciaba colores e identificaba diversas prendas y accesorios: chaquetas, camisas, pantalones, zapatos, bufandas, corbatas, gafas, sombreros, etc.
Además, también podía captar detalles más complicados —tipos de escote, longitud de las mangas— y patrones de la superficie: liso, rayas, estampado, etc.
Con esta base y otro algoritmo de diseño propio ordenaron que el sistema buscase similitudes y variaciones en el tiempo y en los múltiples territorios.
Hubo pautas comunes. Algunas eran más previsibles: el negro y el marrón predominan en invierno; el blanco y el azul, en verano.
Pero otros resultaron más sorprendentes, como la tendencia de la gente a combinar camisetas y gafas blancas o la preferencia universal entre las mujeres por los tops rojos con cuello en forma de V, etc.
En cualquier caso, la popularidad de este color —el rojo— está cayendo, y sólo remonta a finales de octubre y diciembre, es decir, gracias a los disfraces de Halloween y los atuendos de Navidad.
Algo parecido ocurrió con el amarillo durante junio y julio de 2014, cuando se celebró el último mundial de fútbol, por la influencia de Brasil y Colombia, cuyos equipos juegan con camisetas de este color, que tiñó las fotos de las redes sociales a gran escala.
El blanco y el negro, en cambio, son incombustibles. Las camisetas con estos tonos no conocen fronteras, como tampoco las camisas a cuadros.
Los autores de este trabajo aclararon que en elecciones estéticas como éstas hay que tener en cuenta el sesgo que introduce la edad, puesto que la mayoría de los usuarios de Instagram son más bien jóvenes.
También hay muchas más fotos de la parte superior del cuerpo que imágenes de las piernas y los pies, lo que limita el aprendizaje de la máquina y las conclusiones que puedan extraerse de una labor, que, mediante procedimientos semejantes, se aplicaron con un gran éxito en el diseño de moda y el marketing.