No sé cuántas personas tendrán configurada una alerta de Google para que les avise cuando salga Fortnite para Android de forma oficial, pero estoy seguro de que se cuentan por millones. El famoso Battle Royale desarrollado por Epic Games causa furor en las redes sociales, YouTube y Twitch, y cuenta con 125 millones de jugadores a lo largo y ancho del globo que generan pingües beneficios para la compañía. Hasta aquí, todo correcto. El problema viene cuando el juego, que está pensado para entretener y divertir, se convierte en adicción. Esto está pasando, y va a peor.
Por lo visto, según informan en LiveScience, los psicólogos infantiles están viviendo en sus propias carnes un frenesí de problemas relacionados con Fortnite en sus pacientes. Randy Kulman, director clínico del South County Child and Family Consultants en Wakefield, Rhode Island (EE.UU), afirma que sus pacientes están “obsesionados con el juego” y que “a muchos le cuesta mucho dejarlo, llegando incluso a jugar por la noche a escondidas de sus padres”. Esto tiene consecuencias directas en el desarrollo de los más jóvenes, cuyo “rendimiento escolar e interés por otras actividades en el mundo real ha disminuido”.
Puede parecer exagerado, pero hace unos días se dió el caso de una niña de 9 años que había sido enviada a terapia por su adicción a Fortnite. La chica llegó a orinarse encima para evitar moverse para ir al baño, e incluso llegó a pegar a su propio padre cuando intentó apagarle la consola. El motivo, apunta Emily Gifford, psicóloga clínica en Westchester, Nueva York, es que Fortnite combina elementos de diferentes géneros que “llena un vacío en los videojuegos”.
Fortnite es una mezcla de shooter y juegos de crafteo y estrategia, algo así como el hijo de Call of Duty y Minecraft, aunque maquillado con unos gráficos cartoon muy coloridos, con un importante componente social –uno de los principales factores que llevan a la adicción a los videojuegos–. De acuerdo a Gifford, Fortnite “parece ofrecer un término medio en el que los padres se sienten más cómodos permitiendo jugar a los niños”. A esto se le debe añadir la jugabilidad de Fortnite, que te invita a quedarte y a jugar una partida tras otra.
Fortnite no requiere de conocimientos avanzados, no requiere progresar, no debes subir de nivel para nada. Instalas, juegas y punto. Seas nivel 30 o nivel 1, tienes acceso a las mismas armas y escenarios que el resto de jugadores. Un sandbox de toda la vida. Las partidas duran entre 20 y 30 minutos y, al morir, te puedes unir a otra, y a otra, y a otra, y a otra. Total, hay 125 millones de personas esperando a jugar contigo. En palabras de Kulman, “los juegos tipo sandbox tienden a involucrar a los niños por períodos de tiempo cada vez más largos”, y Fortnite es un sandbox elevado a la enésima potencia.
Cuando estás muy cerca de ganar una partida, sientes la necesidad imperiosa de jugar otra para ganarla, y otra si no lo consigues. Sin darte cuenta, has echado 6 horas del tirón sin apenas pestañear.
De acuerdo a Leonard Sax, médico de familia y psicólogo en Exton, Pennsylvania (EE.UU), jugar más de 40 minutos a Fortnite los días de colegio o trabajo, y una hora los fines de semana, puede llegar a inferir negativamente en la vida social y escolar de los jóvenes. Eso son seis horas a la semana. La niña ingresada por adicción al juego pasaba 10 horas al día, es decir, 70 horas semanales.
De momento, Fortnite solo está disponible para consolas, PC y iOS, pero no en Android. Habrá que mirar este fenómeno con lupa, ya que el sistema operativo Android es el más usado en el sector de los smartphones. Hay un sector muy importante de la población que aun no tiene acceso al juego, motivo por el que los expertos advierten de una “inminente crisis” de adictos al Fortnite.